Pequeña Edad del Hielo
Cuenta la Historia que hace unos 375 años, entre 1645 y 1715, el Sol atravesó uno de los periodos de actividad más bajos de los que se tiene constancia en la historia. Conocido ese período como el Mínimo de Maunder, esta época coincidió con la llamada “Pequeña Edad de Hielo” en la que la Tierra fue azotada por un clima bastante frío. Hubo incluso ríos que acabaron congelados, como el Támesis, en Londres. Aunque no hay gran consenso al respecto, algunos científicos relacionan directamente el adormecimiento solar con las bajas temperaturas que los terrestres sufrieron por aquel entonces. En España se constató que el río Ebro se heló siete veces entre 1505 y 1789. En 1788 y de nuevo en 1789 el río permaneció helado durante quince días.
En esas épocas era habitual la presencia de una extensa red de neveros, o pozos de nieve, ventisqueros y glaciares que se construyeron y mantuvieron entre los siglos XVI y XIX a lo largo del Mediterráneo oriental, neveros que en algunos casos llegaron a estar ubicados en áreas donde no nieva en la actualidad ni un solo día al año. El almacenamiento y distribución de hielo eran un negocio vivo que involucraba sectores enteros de la población rural de aquellas poblaciones que disponían en sus proximidades de hielo o nieve, muy apreciados como conservantes de alimentos. La Pequeña Edad de Hielo (PEH) fue un período frío, que abarcó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX, y puso fin a una era que fue extraordinariamente calurosa, llamada “Óptimo climático medieval”. Hubo tres máximos: sobre 1650, alrededor de 1770 y hacia 1850.
Durante el periodo entre 1645-1715, en mitad de la Pequeña Edad de Hielo, la actividad solar reflejada en las manchas solares era sumamente baja, con algunos años que no había ninguna mancha solar. Este período de baja actividad de la mancha solar es conocido como el Mínimo de Maunder. El eslabón preciso entre la baja actividad de las manchas solares y las frías temperaturas no se ha establecido, pero la coincidencia del Mínimo de Maunder con el periodo más profundo de la Pequeña Edad de Hielo sugiere que debió haber una conexión incuestionable. La Pequeña Edad de Hielo trajo inviernos muy fríos a muchas partes del mundo, pero la documentación más completa está en Europa y América del Norte. A mediados del siglo XVII, el avance de los glaciares de los Alpes suizos, afectó a pueblos enteros. El Río Támesis, los canales y los ríos de los Países Bajos se helaron a menudo durante el invierno, y las personas aprovecharon para patinar.
Durante el invierno de 1709 desde Escandinavia en el norte a Italia en el sur, y desde Rusia en el este a la costa oeste de Francia, todo se convirtió en hielo. El mar se congeló. Lagos y ríos se helaron, y el suelo se congeló hasta una profundidad de un metro o más. El ganado murió de frío en sus establos y los viajeros se helaban hasta la muerte en los caminos. Fue el invierno más frío en 500 años. En Inglaterra se conoce al invierno de 1709 como la Gran Helada. En Francia entró en la leyenda como Le Grand Hiver, tres meses de frío letal que llevó a un año de hambruna y disturbios por la comida. En Suiza los lobos hambrientos entraron en los pueblos en busca de comida. Los venecianos se deslizaron sobre el lago helado, mientras que fuera de la costa oeste de Italia marineros a bordo de barcos de guerra ingleses morían por el frío. “Creo que la Helada fue mayor (si no también más universal) que ninguna otra en la Memoria del Hombre”, escribió William Derham, uno de los observadores meteorológicos más meticulosos de Inglaterra. Estaba en lo cierto.
Cuenta la Historia que hace unos 375 años, entre 1645 y 1715, el Sol atravesó uno de los periodos de actividad más bajos de los que se tiene constancia en la historia. Conocido ese período como el Mínimo de Maunder, esta época coincidió con la llamada “Pequeña Edad de Hielo” en la que la Tierra fue azotada por un clima bastante frío. Hubo incluso ríos que acabaron congelados, como el Támesis, en Londres. Aunque no hay gran consenso al respecto, algunos científicos relacionan directamente el adormecimiento solar con las bajas temperaturas que los terrestres sufrieron por aquel entonces. En España se constató que el río Ebro se heló siete veces entre 1505 y 1789. En 1788 y de nuevo en 1789 el río permaneció helado durante quince días.
En esas épocas era habitual la presencia de una extensa red de neveros, o pozos de nieve, ventisqueros y glaciares que se construyeron y mantuvieron entre los siglos XVI y XIX a lo largo del Mediterráneo oriental, neveros que en algunos casos llegaron a estar ubicados en áreas donde no nieva en la actualidad ni un solo día al año. El almacenamiento y distribución de hielo eran un negocio vivo que involucraba sectores enteros de la población rural de aquellas poblaciones que disponían en sus proximidades de hielo o nieve, muy apreciados como conservantes de alimentos. La Pequeña Edad de Hielo (PEH) fue un período frío, que abarcó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX, y puso fin a una era que fue extraordinariamente calurosa, llamada “Óptimo climático medieval”. Hubo tres máximos: sobre 1650, alrededor de 1770 y hacia 1850.
Durante el periodo entre 1645-1715, en mitad de la Pequeña Edad de Hielo, la actividad solar reflejada en las manchas solares era sumamente baja, con algunos años que no había ninguna mancha solar. Este período de baja actividad de la mancha solar es conocido como el Mínimo de Maunder. El eslabón preciso entre la baja actividad de las manchas solares y las frías temperaturas no se ha establecido, pero la coincidencia del Mínimo de Maunder con el periodo más profundo de la Pequeña Edad de Hielo sugiere que debió haber una conexión incuestionable. La Pequeña Edad de Hielo trajo inviernos muy fríos a muchas partes del mundo, pero la documentación más completa está en Europa y América del Norte. A mediados del siglo XVII, el avance de los glaciares de los Alpes suizos, afectó a pueblos enteros. El Río Támesis, los canales y los ríos de los Países Bajos se helaron a menudo durante el invierno, y las personas aprovecharon para patinar.
Durante el invierno de 1709 desde Escandinavia en el norte a Italia en el sur, y desde Rusia en el este a la costa oeste de Francia, todo se convirtió en hielo. El mar se congeló. Lagos y ríos se helaron, y el suelo se congeló hasta una profundidad de un metro o más. El ganado murió de frío en sus establos y los viajeros se helaban hasta la muerte en los caminos. Fue el invierno más frío en 500 años. En Inglaterra se conoce al invierno de 1709 como la Gran Helada. En Francia entró en la leyenda como Le Grand Hiver, tres meses de frío letal que llevó a un año de hambruna y disturbios por la comida. En Suiza los lobos hambrientos entraron en los pueblos en busca de comida. Los venecianos se deslizaron sobre el lago helado, mientras que fuera de la costa oeste de Italia marineros a bordo de barcos de guerra ingleses morían por el frío. “Creo que la Helada fue mayor (si no también más universal) que ninguna otra en la Memoria del Hombre”, escribió William Derham, uno de los observadores meteorológicos más meticulosos de Inglaterra. Estaba en lo cierto.